13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

16 de abril de 2011

En el dolor y en la enfermedad

Anteayer, 14 de abril, Artur Mas padeció su primera gran manifestación como presidente de la taifa. Lo de padecer es un decir, porque quienes padecemos somos los demás desde que ha recortado los gastos en sanidad. Y por ello el jueves protestaron esas diez mil personas ante el Palacio de la Generalidad.

Vivimos una crisis, hay que reducir el bestial déficit heredado del tripartito y las emisiones de bonos para bobos ya no dan más de sí, estamos de acuerdo. Pero don Artur podría haber eliminado dispendios inútiles. Haber cerrado, por ejemplo, cuatro de las cuatro televisiones autonómicas que tiene. Clausurado sus emisoras públicas de radio. Desmantelado sus ridículas pseudoembajadas por el mundo. Cortado el grifo a la miríada de mamandurrieros, voceros, asociaciones nada culturales y alcahuetes varios del Régimen, que vienen abrevando vitaliciamente en el generoso subvencioneo. Podría haber puesto a Joel Joan a trabajar, suspendido las transferencias millonarias a la Comunidad Valenciana para el pancatalanista Eliseu Climent. Artur Mas podría incluso —si nos atrevemos a soñar— haberse bajado el sueldo. Pero, no, él tiene que seguir cobrando el doble que el Presidente del Gobierno de España, que es que eso de Cataluña es mucha nació. Y preferible resulta cerrar quirófanos y plantas enteras en los hospitales.

«Construcción nacional» antes que cirugía de cadera. Embajadores de pacotilla antes que enfermeras. Catalunya Ràdio antes que camas hospitalarias. TV3 antes que vendas, aunque necesitemos las vendas urgentemente para no ver TV3. La “nación” por encima del bienestar y la salud de los ciudadanos. Totalitarismo en vena.

Y mientras, los enfermos en casa, apuntados en kilométricas listas de espera, aguantando como pueden. Y pendientes de no descuidarse cuando por fin les toque operarse, no sea que vayan a dormirles con canciones de Lluís Llach para ahorrar en anestesia.

Y los políticos... los políticos, ahí, debatiendo sobre la secesión en el Parlamento autonómico. Los altavoces del sultán, celebrando como un éxito el mamarrachento referéndum del 10 de abril. Y los niños, sin poder escolarizarse en español todavía, a pesar de las sentencias del Tribunal Constitucional, del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y del Tribunal Supremo. Y Rodríguez Zapatero aplaudiendo el espectáculo. Y Rajoy Brey aplaudiendo también porque sabe que necesitará a CiU para gobernar lo que queda de España.

Después de todo esto, aún hay incautos que creen que con la independencia viviríamos mejor en Cataluña. Son los que están casados con el fanatismo etnicista y le han prometido fidelidad en el dolor y en la enfermedad. Pues bien, la enfermedad y el dolor ya han llegado de la mano de Artur Mas. A esos engañados es fácil reconocerles: acuden a manifestaciones separatistas con una estrella en una bandera, cuando sus caciques prefieren llevarla en el morro de un Mercedes y alojarse en hoteles de cinco estrellas.

Con la independencia quienes vivirían mejor serían los de siempre. Laporta se ducharía con champán francés en las discotecas más a menudo, en los bancos de Liechtenstein habría más dinero y el ático que se ha comprado Carod-Rovira sería todavía mejor. En el mismo sitio, sí, porque ya un barrio más caro no lo hay en Tarragona. Pero hablamos de un piso con más metros cuadrados, con más habitaciones, con más terrazas, con más soláriums. Uno tan amplio que casi llegara hasta Perpiñán y donde, para pactar con Josu Ternera, sólo hubiera que abrir la ventana de la salita de estar.

Es el gran timo del nacionalismo catalán. Un colosal fraude. Más grande que el más grande hospital.

4 de abril de 2011

This is not America

La secta acaba de llevarse un susto de muerte. Resulta que en un capítulo de CSI: Nueva York aún no estrenado en España, aparece un mozo de Escuadra... ¡con rasgos y acento mejicanos! Menudo chasco: venga la Generalidad a difundir las “milenarias” esencias de Cataluña por el mundo abriendo embajadas con nuestro dinero ―incluida una en la Gran Manzana, donde está ambientada la serie― como parte de ese plan que los separatistas llaman construcció nacional, para que luego vengan los americanos y pongan a representar a un catalán al nieto de Jorge Negrete. Hay que montar todavía más embajadas, deduciría inmediatamente Artur Mas.

La secuencia se desarrolla cuando una de las protagonistas de la ficción pregunta por la identidad del desconocido que, inclinado sobre un cadáver, está analizando la escena de un sangriento crimen, y obtiene de su compañero una respuesta fonéticamente parecida a ésta:

―Héctor Vargasss, froimlainsupervaiser from mosus descuadrua.

El de Vargas debe de ser un apellido muy socorrido para los guionistas de Hollywood, pues también se apellidaba así el policía mejicano que encarnó Charlton Heston en la magistral película de Orson Welles, Sed de mal (Touch of Evil).

―La policía de Barcelona ―exclama ella con sorpresa para continuar con el despropósito. Porque ni idea de eso llamado Cataluña, no. Por aquellos andurriales, lo que les suena es Barcelona. Y gracias tal vez a los Juegos Olímpicos de 1992, los que pagamos entre todos los españoles y que Jordi Pujol nos agradeció en la ceremonia inaugural con aquella gigantesca pancarta del Catalonia is not Spain (‘Cataluña no es España’) justo delante de donde se emplazaban las cámaras. Que si no, quizás tampoco. Después, la sagaz detective termina de embarullarlo todo mezclando a la policía autonómica catalana con la investigación de los atentados de los trenes del 11 de marzo de 2004, en Madrid, y se queda tan pancha.

Hay muchos más casos similares en el cine y la televisión del otro lado del Atlántico. Otra serie de éxito, Miénteme (Lie to Me), nos presentó al personaje de reputado doctor Lightman enseñando a sus alumnos a identificar expresiones faciales de odio previas a la comisión de asesinatos. Para lo cual, ilustró una última diapositiva con esta peregrina explicación:

―Y de nuevo, en el rostro de un independentista vasco subiéndose a un autobús con nueve kilos de explosivos atados a su pecho.

Atados a su pecho, dice. La sola idea de etarras, asiduos del tiro en la nuca y asesinos desde la lejanía mediante mando a distancia o temporizador, inmolándose con explosivos en atentado es algo que nos choca a todos quienes conocemos la muy diferente realidad de estos cobardes.

Aunque mucho más allá habían ido años antes los creadores de la serie MacGyver. Uno de los episodios arrancaba con el mañoso rubiales infiltrándose en una base de terroristas independentistas vascos escondida en las montañas, que más parecía un estrafalario camping de tegucigalpenses con chapela.

Izquierda: CSI: NY (CSI: Nueva York, en España), episodio 12, temporada 7: «Holding Cell» (2010);
centro: Lie to Me (Miénteme, en España), episodio 4, temporada 1: «Love Always» (2009);
derecha: MacGyver, episodio 6, temporada 1: «Trumbo's World» (1985)

Razonaba el antes mencionado Orson Welles que los actores estadounidenses jamás podrían interpretar bien a Shakespeare porque no comprenden qué es un rey. Probablemente, los guionistas y realizadores de allí muestran tal desconocimiento sobre los separatismos por lo mismo, porque tienen la inmensa suerte de no padecerlos.