13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

16 de diciembre de 2015

Ayer no había mantequilla en Moscú


«Un demagogo es aquel que predica doctrinas que sabe que son falsas
a hombres que sabe que son idiotas».
Henry Louis Mencken (1880-1956).


Cuando hace más de cinco años fundé este blog, me propuse convertirlo en un lugar de encuentro donde todos aquellos preocupados por los desmanes del separatismo pudiesen sentirse a gusto: los de izquierdas y los de derechas, los ricos y los pobres, los humildes y los poderosos, los creyentes y los impíos, los pecadores y los temerosos de Dios, las mentes privilegiadas y los que escuchan Reggaetón; los heterosexuales, los gays, las casquivanas y las virtuosas... ¡Todos sin excepción! Porque aquí no se va contra ninguno de ellos, al contrario: todo el mundo es bienvenido. De ahí, entre otras razones, que siempre haya yo evitado significarme desde estas páginas con siglas de ningún tipo y he criticado por igual a todos los partidos políticos cada vez que lo he estimado necesario.

Pero hay cosas ante las cuales no puedo permanecer callado. El último sondeo publicado por El Mundo (16-12-2015) sitúa a Podemos como cuarta fuerza parlamentaria tras el 20-D, con una intención de voto del 16%, capaz de otorgarle entre 56 y 60 escaños de los 350 con que cuenta la Cámara baja. Aún más triunfal es la irrupción en el hemiciclo que le pronostica hoy El Periòdic d'Andorra, diario extranjero, y no sujeto por tanto a la prohibición de difundir nuevas encuestas cinco días antes de las elecciones que establece la Ley Orgánica de Régimen Electoral General (BOE-A-1985-11672): aúpa a esa formación hasta la tercera posición merced al 19'6% de los sufragios, y le augura de 66 a 70 diputados; un significativo aumento por efecto de la campaña, pero sobre todo del insatisfactorio debate recientemente televisado entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy.

El anunciado auge del populismo, que encarna la formación de Pablo Iglesias, sin duda debería movernos a todos a profunda y preocupada reflexión.

El desabastecimiento de alimentos y de medicinas, así como las interminables colas para adquirirlos y el racionamiento,
han sido una constante en Venezuela durante los largos años de Revolución Bolivariana

La frase que da título a esta crónica de Catalibanes está extraída de una muy comentada advertencia que Felipe González bramó en un mitin electoral para descalificar el programa político defendido por Izquierda Unida en plena era soviética («Señores, ayer no había mantequilla en Moscú»), el 26 de octubre de 1989.

Pues bien, ayer en Caracas no había mantequilla. Ni carne, ni harina, ni jabón, ni pasta dentífrica, ni papel higiénico. Fruto de fórmulas económicas desastrosas, ayer en Venezuela entera faltaban productos básicos. Aunque abundaban el despotismo y la corrupción. ¿Y esa es la solución milagrosa que nos proponen los chicos con el logotipo morado, chavismo pasado por el barrio de Lavapiés? ¿Las mismas medidas que Fidel Castro ha exportado al continente sudamericano, aunque hábilmente maquilladas? ¿Cómo puede algo así haber encandilado a las masas?

Pero es que además, Pablo Iglesias, para quien la mera existencia de medios de comunicación privados supone un ataque a «la libertad de expresión» —según afirmó el 21 de noviembre de 2013 en la televisión de Galiza Ano Cero, ¡tal es su concepción de la democracia!—, representa una seria amenaza para la unidad de España. Partidario declarado del derecho de autodeterminación («Frente a los que plantean el inmovilismo como PP, PSOE o Ciudadanos, nosotros decimos que estamos orgullosos de ser una formación política plurinacional»; 09-12-2015), en los mítines está comprometiéndose a autorizar un referéndum si llega a La Moncloa:
«Son los catalanes los que tienen que decidir».
Lo cual es tanto como decir que piensa hurtarnos a todos los españoles nuestra soberanía sobre el territorio nacional. Y el pasado 26 de octubre, la sucursal podemita Catalunya Sí que es Pot (‘Cataluña Sí que se Puede’) invistió presidente del Parlamento autonómico a la ex lideresa de la ANC, Carme Forcadell, con el apoyo de cinco de sus once diputados. De ahí que muchos capitostes e ideólogos del separatismo catalán y del vasco, anden enfrascados estos días en pedir públicamente el voto para Iglesias con denodado entusiasmo.

Completamente de acuerdo creo que estaríamos todos en que los partidos tradicionales, aquellos provenientes de la Transición, se tienen bien ganado su desprestigio. Por indiscutibles merecimientos se han hecho acreedores de un sonoro desprecio en las urnas, de un revolcón. Pero lanzarse en brazos del primer embaucador que se presenta prometiendo imposibles sólo puede empujarnos al abismo. De hecho el nacionalismo no es más que eso: un populismo con tintes palurdistas y terruñeros.

Miles de años desde que los sabios atenienses alumbraron la democracia, para terminar así, con un cardumen de desavisados eligiendo sin criterio.

8 de noviembre de 2015

En casa de Pujol

El 17 de septiembre de 2012, TV3 emitió un programa que con el curso del tiempo y de los acontecimientos ha adquirido una especial significación. Formaba parte de una serie de reportajes titulada El convidat (‘El invitado’), que a través de la convivencia con distintos personajes durante un fin de semana pretendía mostrar su intimidad. Andreu Buenafuente, Josep-Lluís Carod-Rovira, Pedro Ruiz, Pilar Rahola, Lluís Llongueras, Ferran Adrià, Jorge Javier Vázquez, Sor Lucía Caram, Eduard Punset, Boris Izaguirre, Marc Gasol, Xavier Sala i Martín, Xavier Sardà, Miquel Calçada, Santiago Dexeus y Andrés Iniesta fueron algunos de los 63 nombres elegidos para protagonizar el espacio en sus cinco temporadas de duración. Pero ninguno de ellos batió el récord histórico del 32'4% de audiencia logrado en Cataluña por el capítulo 27, que como estreno de la tercera temporada estuvo dedicado a Jordi Pujol.

Grabado en el verano de ese año, faltaban todavía 24 meses para la sonadísima confesión pública con que el ex mandatario autonómico se autoinculpó de ocultar cuentas bancarias en paraísos fiscales (25 de julio de 2014), en un desesperado e ineficaz intento de exonerar de responsabilidad a su extensa prole, así como de acallar las investigaciones sobre el origen de su fabuloso patrimonio descubierto en el extranjero. Y más de tres años para el registro en su vivienda, realizado el pasado 27 de octubre por la Policía Nacional en busca de pruebas.

El sábado de buena mañana, el equipo de televisión se presenta en el domicilio del Molt Honorable y le pilla ¡cómo no! desayunando butifarra. Numerosos portarretratos con fotos de sus siete hijos habitan el salón comedor. Y de sus 17 nietos. El orgulloso patriarca asegura saberse el nombre de cada uno. La voz en off del sosaina presentador, Albert Om, avisa de que los muebles siguen siendo los mismos que cuando se casó, en 1956, algo sumamente creíble dado su vetusto aspecto. El tramo de la Ronda del General Mitre donde vive está en una espléndida zona de Barcelona. Aunque no es ni mucho menos la mejor. Y a fin de cuentas lo suyo no deja de ser un piso, con los típicos inconvenientes y molestias que toda vecindad en un mismo edificio comporta. Orientado además a una de las arterias más transitadas, contaminantes y ruidosas de la capital. Nada que ver con el fastuoso palacete en Pedralbes de Cristina e Iñaki.

Tras varias tediosas conversaciones de corte intimista («A mí los nervios desde siempre se me han manifestado mucho en los ojos, siempre he parpadeado mucho»), entrevistador y entrevistado parten hacia la segunda residencia de este en Premiá de Dalt (¿por qué un ex presidente continúa teniendo a su disposición un coche oficial con chófer?), donde les aguarda el otro pilar de tan preeminente familia: Marta Ferrusola.

La llegada nos descubre que su chalé en la tranquila localidad situada a escasos kilómetros de la costa tampoco es ninguna maravilla. ¡Eso sí!, goza de un coqueto jardín con la bandera catalana izada en un mástil.

Tres menos cinco de la tarde: la pareja decide agasajar a su huésped llevándoselo a comer a un bar (minuto 20:12). Sorprende que quien ha sido el máximo representante del Estado en Cataluña durante 23 años, se cuelgue la servilleta sobre el pecho como Charlot.

Dios, Cataluña, el futuro, los Evangelios, las generaciones venideras... El sentido de la vida y la frecuencia de la oración. Reflexiones en tono trascendental después de asistir píamente a la misa de las siete y media en el santuario de la Cisa (min. 27:16), «un lugar que une fe y país, los dos grandes puntales de su vida», según describe la omnipresente voz superpuesta del reportero-visitador.

Pujol se revela como un infatigable lector, constantemente enfrascado en seguir la actualidad por la prensa de papel. Las anotaciones las escribe a mano. No utiliza tableta ni ordenador. Tampoco aparece nunca escuchando la radio o pendiente del televisor. Marido y mujer se muestran en todo momento como un apacible par de ancianos de gustos sencillos y una existencia marcada por una rutina rayana en la monotonía.

Diez de la noche: la Ferrusola debuta ante las cámaras como ama de casa cocinando. Se hace muy difícil creer que los Pujol carezcan habitualmente de un servicio doméstico que les atienda. Sobre todo después de presenciar los apuros que la señora experimenta para encender el fogón de su propia cocina (min. 32:38). Considerando el hecho de que el periodista está allí en calidad de invitado —tal como el espacio televisivo advierte ya desde su comienzo—, servirle para cenar tortilla española con pinta de reseca además de un poco quemada por arriba (que mucho se cuidan de no denominarla de ese modo y presentan como «truita de patates»), y unas pijotas fritas de segundo («llucets»; están a 5'50 euros el kilo), así, sin guarnición ni nada, resulta un poco cutre. Una de dos: o los anfitriones se esforzaron exageradamente por ofrecer una imagen austera de sí mismos a los 950.000 espectadores que de media registró la emisión, o son unos tacaños de mucho cuidado.

Entre fuertes dispositivos de seguridad e
increpados por una multitud, Jordi Pujol
y su esposa llegan el pasado 27 de enero
a la Ciudad de la Justicia para declarar
ante la juez que instruye el caso
A medida que el domingo avanza hacia el ocaso, también lo hace el periodo estipulado para la visita. Om interroga al político sobre la proximidad de la muerte, acerca del lugar y la forma en que imagina su entierro:
«—¿Ha dejado escrito cómo quiere que lo hagan?
—No, no, no, no. No he dejado nada escrito.
—Ya se espabilarán.
Escolti!, esto es un poco macabro, ¿no?».
El Ministerio del Interior estimó en su día en 1.800 millones de euros el patrimonio del clan Pujol. Una fortuna que, según el borrador de un informe de la Unidad Central de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía Judicial, publicado el 19 de noviembre de 2012 en El Mundo, procedería de las comisiones sistemáticamente cobradas por Convergència Democràtica de Catalunya a las empresas a cambio de la adjudicación de obras públicas durante su periodo al frente de la Generalidad, entre 1980 y 2003. Pero una reciente noticia dada a conocer la semana pasada elevaría sensiblemente esa cifra, tras el descubrimiento de movimientos bancarios por valor de 2.400 millones desde Andorra hacia Panama a través de sociedades instrumentales y argucias financieras de lo más sofisticado, para salvaguardar el “botín” de un previsible embargo. Cantidad que viene a sumarse a los 900 millones de euros detectados por los investigadores policiales en Belice, según informaciones del diario La Razón en la víspera, el 30 de octubre. Jordi Pujol y su mujer (acusada esta como «cómplice y encubridora») están actualmente imputados en el Juzgado de Instrucción nº 31 de Barcelona por presunto delito fiscal y blanqueo de capitales, a raíz de la querella criminal presentada contra ambos y contra tres de sus hijos: Marta, Mireia y Pere.

Josep Pujol Ferrusola, residente en Miami y único miembro de la extensa estirpe sobre quien aún no pesaba ninguna imputación —pues contra los otros tres hermanos, Oleguer, Oriol y Jordi, se instruyen diversas causas judiciales, que abarcan desde el tráfico de influencias y la falsedad documental, hasta el cohecho por el Caso de las ITV—, ha sido recientemente acusado por la Audiencia Nacional de un supuesto delito de blanqueo de capitales.

Independientemente de si el matrimonio Pujol impostó o no su comportamiento durante la grabación de aquel exitoso programa con vocación de reality, lo cierto es que ninguno de los dos ha hecho jamás ostentación de grandes lujos ni extravagancias en su cotidianidad —no así sus vástagos, alguno de los cuales, Jordi, el primogénito y alias El Nen (‘El Niño’), disfruta de una escudería de automóviles deportivos y de alta gama que harían salivar al mismísimo James Bond pese a no tener oficio conocido—. Da la impresión de que más allá de una codicia insaciable, si finalmente los tribunales determinan la culpabilidad del otrora caudillo catalán y ahora evasor fiscal confeso, podría haber sido la cleptomanía lo que le impulsase a actuar así. El placer de afanar.

7 de octubre de 2015

Anatomía de la sinrazón

Desde luego «Psicopatología del nacionalismo», publicado el pasado 8 de septiembre en el diario Vozpópuli, no es un artículo al uso. Con una precisión que se diría casi quirúrgica, su autor, Juan Manuel Blanco, describe la sintomatología del fenómeno, identifica sus mecanismos de propagación y emite un diagnóstico tan certero como inquietante. Pero no se detiene ahí el columnista. Profesor de universidad y economista de profesión, amplía su ámbito de estudio al tejido necrótico circundante: quienes, desde las más altas instituciones del Estado, llevan décadas consintiendo el cronificado chantaje del movimiento separatista y eludiendo atajar su virulencia.

El texto constituye, en definitiva, un formidable análisis como pocos he leído. Y de ningún modo podía yo dejar de compartirlo íntegramente aquí con todos los seguidores del blog:
«Artur Mas continúa, no ceja en su proceso hacia la independencia acompañado de esa oligarquía de políticos, empresarios e “intelectuales” que vislumbran un horizonte con más poder, favores, mercados cautivos, prebendas e impunidad. Myores [sic] ventajas a costa de los crédulos. Más difícil resulta comprender los motivos que llevan a muchos ciudadanos corrientes a sucumbir ante esos cantos de sirena, a comulgar con ruedas de molino, a emprender la marcha, obnubilados por la melodía del nuevo flautista de Hamelín, a caminar por una senda peligrosa para la convivencia, la libertad y el pluralismo político. ¿Cómo puede explicarse este fenómeno?
»En The Psychology of Nationalism, Joshua Searle-White señala que la potenciación de la identidad y la autoconfianza, en un mundo de dudas e inseguridades interiores, es el mecanismo psicológico que alimenta el nacionalismo. Identificarse con una nación, inventada o imaginada, permite al individuo ganar autoestima, atribuirse las cualidades, nunca defectos, que el discurso nacionalista asigna a esa idealizada colectividad. Para ello es necesario crear un enemigo contra el que definirse, alguien a quien traspasar todos los males, vicios, defectos y, por supuesto, la culpa.
»No intenten discutir, aportar datos objetivos. Como conjunto de ideas fanáticas, cerradas en sí mismas, el nacionalismo se muestra refractario a argumentos razonados. Sus conceptos no van dirigidos al intelecto, a la parte racional de los individuos, sino a las vísceras, a los impulsos más básicos, a esa parte primitiva, impulsiva e irracional que todos llevamos dentro. Pertenece al grupo de doctrinas que recurren a retorcidas técnicas de propaganda, tergiversan la educación, la historia, manipulan las emociones de la masa fomentando odio, desprecio, transferencia de culpa hacia otros».

La noche, fanatismo y desfiles de antorchados: una siniestra combinación que nos devuelve a épocas muy oscuras de la historia;
imagen colgada en el sitio web de la sección local de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) en Lloret de Mar, Gerona

«Una creencia mesiánica
»Como nueva religión laica, como creencia mesiánica, el nacionalismo hace creer a la gente que goza de cualidades excelsas, superiores, tan sólo por pertenecer al grupo. El paraíso se encuentra a la vuelta de la esquina, solo a falta de liberarse del yugo de los opresores. Profesar la nueva fe constituye un atajo, una vía muy cómoda, exenta de esfuerzo, para sentirse justo, cabal, repleto de razón. Para considerarse víctima, adquiriendo enorme superioridad moral y derecho a un trato de favor. No es necesario esforzarse, emprender el largo y costoso camino de la auténtica superación personal. Basta con convertirse, identificarse, ser, comulgar con la tribu, con sus jefes, para recibir instantáneamente los dones del Espíritu Santo.
»Lauren Langman, en The Social Psychology of Nationalism sostiene que “el nacionalismo presenta una visión torticera de las relaciones entre grupos, distorsiona las intenciones de los otros y promueve una elevada visión del ‘nosotros’ frente a un deshumanizado, psicopatológicamente peligroso ‘ellos’, con el fin último de lograr una adhesión total a sus líderes. Los dirigentes nacionalistas, a través del control de los medios, tratan de manipular al público presentando a los ‘otros’ como un peligro inminente para ‘el pueblo’, su bienestar, honor y dignidad. Cuando el nacionalismo cae en el ‘pensamiento de grupo’, se vuelve impermeable a la razón”.
»Muchos pensarán que, con tan burdos argumentos, el nacionalismo sólo podría manipular a patanes, necios e ignorantes. Pero no es así. También atrapa a muchas personas inteligentes y cultas porque no se trata de una mentira cualquiera sino de una fábula que contiene todo el delicado material con que se tejen las fantasías, los sueños, el miedo, la angustia, las dudas sobre la propia identidad. Ese cuento de hadas que todo niño desea escuchar. Un enfoque maniqueo, de buenos y malos, que arrincona la responsabilidad individual, diluyéndola en la dinámica de grupos.
»Los auténticos héroes
»El nacionalismo no se limita a alentar una identidad colectiva, a crear en el individuo una afinidad hacia sus cercanos, una identificación con la comunidad en la que vive. Si todo quedase ahí, sería hasta loable. El peligro surge cuando la identidad que promueve es excluyente, cuando no sirve para cohesionar la sociedad sino para dividirla en mitades irreconciliables. Es nocivo, extremadamente dañino, cuando difunde una distorsionada imagen del “otro”, inventa viejos agravios, fomenta la enemistad, el enfrentamiento. Cuando inocula en las gentes maldad, odio, menosprecio del vecino, conduciendo a la discriminación, a la xenofobia, a una quiebra de la convivencia. Una conducta que sería perseguida como grave delito en cualquier país menos acomplejado y pusilánime que el nuestro.
»Pero el Régimen de la Transición creó el caldo de cultivo perfecto para la difusión de estas creencias. El pacto entre oligarquías corruptas otorgó a los nacionalistas manga ancha para actuar a voluntad en sus territorios... siempre que guardaran las formas, la apariencia de legalidad. Mientras, la ideología nacionalista quedaría blindada contra la crítica por un terrible tabú, el único, de los muchos establecidos, que todavía permanece en pie. Y se beneficiaría de la extendida impunidad de los poderosos, la de quienes pertenecen a un importante grupo de presión. Con su llamada a la independencia, Artur Mas no ha vulnerado exactamente el fondo, pues en la práctica puede hacer lo que le viene en gana, con independencia de lo que señalen las leyes. Pero sí las formas, la apariencia, ese decorado de cartón piedra en que se basó el Régimen. Nuestros miopes y acomplejados gobernantes se apestarán [transcrito así del original; salvando el posible error tipográfico, del sentido de la frase se deduce que debería poner “se aprestarán”] a negociar para que las aguas regresen al acostumbrado cauce, para que la independencia se produzca de tapadillo, por la vía de los hechos, de facto pero no de iure.
»Mas y sus adláteres no pretenden sólo el poder: también la gloria. Pasar a la historia como héroes, titanes de un nuevo mito fundacional. Pero su comportamiento muestra poco heroísmo o valentía; más bien egoísmo, abuso, mezquindad y, sobre todo, falta de escrúpulos. Los verdaderos héroes, aquellos que merecen admiración, respeto y reconocimiento de todos los españoles son esos catalanes no nacionalistas que, abandonados a su suerte por los sucesivos gobiernos de España, han osado levantar la voz, resistido la manipulación, la interesada presión de oligarcas y caciques, preservando las ideas que inspiraron la Ilustración, hoy denostadas y pisoteadas. Han levantado la antorcha de la razón allí donde su ausencia produce auténticos monstruos».
Más recientemente, desde su columna en El Mundo, David Jiménez ha escrito unos párrafos memorables que muy bien podrían servirnos como colofón y con los que denuncia la gravedad del proceder de «quienes manipulan irresponsablemente los sentimientos nacionalistas», así como el de aquellos que por acción u omisión ―de su deber― han colaborado:
«¿Acaso desconocen que una vez plantas la semilla de un conflicto éste crece aunque después dejes de alimentarlo? ¿Que convertir enemigos imaginarios en reales es el primer paso para hacer aceptable lo que antes no lo era? ¿Que la historia está llena de ejemplos de sociedades civilizadas que se dejaron contagiar por el fanatismo y sus líderes iluminados?
»Lo sorprendente en el caso catalán no es tanto el fervor independentista ―todo el mundo tiene derecho a sentirse lo que le plazca―, sino que ese sentimiento haya sido despertado de manera tan eficaz por una casta política corrupta, inculta y egoísta a la que el futuro de Cataluña le importa bien poco, comparado con el suyo propio. Pero la responsabilidad del momento que vivimos no es sólo de quienes han utilizado la mentira y el dinero de todos para enfrentar a catalanes y españoles, poniendo los recursos públicos al servicio de la propagación de un mensaje que ha ido degenerando hacia la xenofobia, sino a los gobiernos que desde Madrid han respondido con desidia a ese desafío soberanista.
»No hablo de los últimos días o meses, porque este viaje no empezó con la llegada de Artur Mas, sino al día siguiente mismo de lograrse el pacto constitucional que dio a Cataluña competencias que serían la envidia de cualquier movimiento de secesión. Hemos llegado hasta aquí después de décadas en las que los nacionalistas han utilizado escuelas, instituciones y medios de comunicación para adoctrinar a la población, marginar metódicamente a quienes se atrevían a disentir y burlar a un Estado que ha sido incapaz de garantizar derechos tan básicos para una parte de sus ciudadanos como estudiar en castellano si así lo desean. […] Y, ¿qué han hecho los partidos nacionales mientras todo esto sucedía? Pactar con los promotores de esa agenda, cuando necesitaban sus votos. Legitimar su victimismo al asumir como natural la deslealtad permanente hacia España. Y ceder, una y otra vez, en la creencia de que llegaría el día en que el nacionalismo quedaría satisfecho. La ingenuidad no puede ser un atenuante en este caso: la historia, si alguien se hubiera molestado en leerla, debería haber bastado para despejar sus ilusiones».
Y critica el autor a continuación las reacciones que se están produciendo a última hora, cuando quizás ya no haya remedio:
«Así que es sólo ahora, ante el desafío final, cuando nos han entrado a todos las prisas, primas hermanas de la improvisación. Empresarios que durante años han permanecido callados ante el rodillo nacionalista hablan al fin de las consecuencias de la independencia, ciudadanos que vivían con pasividad el monopolio del discurso público crean organizaciones cívicas para expresarse con libertad y los partidos nacionales hacen el esfuerzo por articular, aunque sea tarde y mal, un discurso sobre la importancia de lo mucho que une a catalanes y españoles, frente a quienes quieren levantar una frontera de ignorancia entre nosotros. Esperemos que no sea demasiado tarde».
Con el expresivo título «En la frontera de la ignorancia», la pieza periodística de Jiménez apareció publicada el mismo día de las elecciones autonómicas: el domingo 27 de septiembre.

1 de septiembre de 2015

Déjà vu

Ante la intolerable oleada de difamaciones que pueblan Internet ―junto con otros espacios donde también florece el siempre deseable debate público como producto de la convergencia de diferentes corrientes de opinión―, y actuando en mi calidad de autor y administrador únicos del blog, me siento en la obligación moral de precisar lo siguiente: que NO existen similitudes entre el nacionalismo catalán y el nazismo alemán fundado por Adolf Hitler.


Ninguna, ni la más remota; por mucho que algunos se obstinen en buscarlas.


No son en absoluto comparables, ni en sus métodos ni en la escenificación de sus multitudinarias movilizaciones.


Tampoco en su iconografía.


Desconozco a quién puede habérsele ocurrido tan disparatadas ignominias.


Pero albergo el convencimiento de que tales acusaciones responden, sin duda, a un ánimo infamante contra esa nobilísima y democrática opción ideológica de la Cataluña de nuestros días.


Y creo que es así porque resulta imposible encontrar puntos en común entre ambos movimientos políticos.


¡Como si alguna vez hubiera podido alguien demostrar lo contrario, vamos!


Nuestra postura ética, la mía y la de todos, no debe ser otra que la de hacer prevalecer la verdad negando cualquier semejanza.


Combatir esas malintencionadas analogías sin descanso, con denuedo, vigorosamente... más aun, ¡febrilmente! En todo momento, circunstancia y lugar.


Desmentirlas, sea cual sea la clase de mentes calenturientas de las que provengan.


A mí se me hace muy difícil comprender cómo puede haber gente capaz de inventar maledicencias así, la verdad.


Sirva la presente aclaración como comunicado oficial de este sitio web y procúrese en adelante su máxima divulgación a iniciativa de los amables lectores que lo deseen.

En Cataluña, a primero de septiembre del año de Nuestro Señor de dos mil quince.

12 de agosto de 2015

Golpismo del caro

Es el último artículo de Josep-Lluís Carod-Rovira, aparecido el 6 de agosto bajo el título «Contra la legalitat» (‘Contra la legalidad’), de una repugnancia tal que empujaría a cualquiera a agotar la gama completa de antieméticos disponibles en las farmacias catalanas, esas a las que Artur Mas no les paga los medicamentos desde ni se sabe cuándo. Y constituye además un claro llamamiento a la rebelión, que difícilmente quedaría sin respuesta de la fiscalía en otros países de nuestro entorno:
«Buena parte de los argumentos recurrentes contra la independencia de Cataluña, por el lado español, da igual en Madrid que en Barcelona, ​​se basan en la afirmación de que este propósito es incompatible con la legalidad. Y, por tanto, que será el uso de esta legalidad lo que impedirá las aspiraciones nacionales de nuestro pueblo. Lo dicen y se quedan tan anchos pensando, tal vez, que tan solo mencionando la ley ya nos tiemblan las piernas. Curiosa legalidad esta que va contra los intereses de los ciudadanos cuando, de hecho, es la ley la que debe estar al servicio de la gente y no la gente al servicio de la ley. Las leyes deben facilitar la vida a las personas y contribuir a hacer posibles sus objetivos, no complicárselos o bien impedirlos u obstaculizarlos. Se habla de la ley como si fuera del libro en mayúscula en las religiones monoteístas (la Torá, la Biblia, el Corán), con lo que se llega a sacralizar, como es el caso de la constitución [sic] española, cuando resulta, además, que la Alianza Popular de la época no votó a favor...».
Las leyes democráticas se han revelado, con el transcurso del tiempo, como la única fórmula comprobada de convivencia pacífica en sociedad. Salvaguardan nuestras vidas y haciendas, garantizan nuestros derechos y nos protegen frente a arbitrariedades o abusos del poder. Son lo único que consigue alejarnos de la barbarie. Y merecen el máximo respeto de todo demócrata auténtico.

Por otra parte, Carod-Rovira no es el primer separatista en propalar esa falacia sobre AP: precisamente fue Manuel Fraga Iribarne (1912-2012), fundador de Alianza Popular —el 9 de octubre de 1976—, uno de los siete ponentes encargados de la redacción del anteproyecto de Constitución por la Comisión de Asuntos Constitucionales y Libertades Públicas del Congreso de los Diputados. El texto definitivo (Boletín Oficial de las Cortes, número 170) fue aprobado en el Congreso el 31 de octubre de 1978, por 325 votos afirmativos, con 6 votos en contra, 14 abstenciones y 5 ausencias (Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, núm. 130). De los 16 representantes de la formación antecesora del Partido Popular en la Cámara Baja, 8 votaron a favor, 5 en contra y 3 se abstuvieron. Los dos senadores del partido, Abel Matutes y Francisco Cacharro, manifestaron su apoyo en la votación celebrada ese mismo día en la Cámara Alta (Diario de Sesiones del Senado, núm. 68).
«Y se hace pasando por alto, generalmente, el origen de la legalidad, quién la ha hecho, quién la ha aprobado, con qué objetivos, en qué contexto histórico y con qué condicionantes».
El “origen de la legalidad” reside y residía entonces en la nación española, que el 15 de junio de 1977 había elegido libremente a sus representantes políticos en las Cortes Constituyentes y que, posteriormente, el 6 de diciembre de 1978, refrendó con el 87,78% de votos afirmativos (15.706.078) el Proyecto de Constitución aprobado por estas, con una elevada participación del 67,11% (17.873.301); el respaldo obtenido en Cataluña rebasó la media española: 90,46% (2.701.870 sufragios), con una participación que fue también más alta, del 67,91%. Los “objetivos” no eran otros que dejar atrás el franquismo y construir un sistema democrático. Y el “contexto histórico” lo conoce él perfectamente: transitar hacia el régimen actual, donde ha podido defender sus ideas políticas sin cortapisas y con total libertad (y vivir muy bien de ello), a pesar de que su partido, ERC, fue responsable de la tortura y el asesinato de miles de civiles en Cataluña durante la Guerra Civil.

En octubre de 2011, hizo el siguiente
balance de la reunión que en 2004
había mantenido con la cúpula de
ETA en Francia: «Valió la pena»
El que fuera vicepresidente de la Generalidad en el primer tripartito continúa con su manida artimaña de contraponer legalidad a voluntad popular, cuando en las democracias aquella emana siempre de esta:
«Las leyes, en democracia, siempre son el resultado de la correlación de fuerzas establecida por los ciudadanos en las urnas. La democracia es, en buena parte, una cuestión de demografía, demografía de las ideas, si se quiere, pero demografía al fin. En este caso, pues, es obvio que la opinión del pueblo catalán nunca podrá ser tenida en cuenta y respetada, en España, porque siempre seremos minoría demográfica. Y en caso de que consigamos alguna victoria parcial, como el último estatuto, para lo cual tienen su tribunal constitucional pensado para filtrar la voluntad popular, siempre que les plazca».
“La opinión del pueblo catalán”, por lo demás diversa y —afortunadamente— nunca única, recibe la misma consideración que la del resto de españoles cada vez que somos convocados a unas elecciones, sean municipales, autonómicas, generales o europeas; así como también en los referendos. Y resulta lógico que las minorías no puedan imponer su voluntad a la mayoría. En ninguna nación sucede lo contrario, de hecho. Un burdo intento de confundir el suyo, luego del cual Carod-Rovira enarbola otro clásico del separatismo: la invocación de la sentencia del Estatuto como casus belli y eterno motivo para la falsa victimización. Los artículos modificados, y los total o parcialmente derogados por el Tribunal Constitucional, lo fueron porque colisionaban con nuestra Carta Magna. El principio de la jerarquía normativa impide que las normas contravengan a aquellas de mayor rango. Teniendo el Estatuto de Cataluña, de 2006, carácter de Ley Orgánica, no podía vulnerar la Constitución, de donde emanan todas las leyes, las instituciones y los poderes del Estado. Los políticos nacionalistas no cumplieron su deber de elaborar un texto estatutario conforme a esta.

Como al parecer no tenía pendiente reunirse con ningún jerarca etarra, siguió escribiendo:
«No tener en cuenta el origen de la legalidad vigente en un territorio, en cada momento, es hacer trampa. Durante el franquismo, el derecho de asociación era inexistente porque iba contra la legalidad y afiliarse a un partido político o a un sindicato era ilegal, el derecho de reunión también lo era, como la libertad de expresión, de manifestación o el derecho de huelga, justamente porque iban en contra de la legalidad vigente. Era tras el amparo de esta legalidad antidemocrática donde se refugiaban los capitostes de la dictadura. Ahora que hay derechos básicos individuales reconocidos, pero no colectivos, el pueblo catalán se ve impedido para avanzar en su proceso de emancipación nacional porque este es ilegal, según la constitución española. Y quizá sea necesario que recordemos el origen del actual sistema institucional español: una monarquía nombrada a dedo por el dictador y una constitución que fue hecha en inferioridad de condiciones por parte de los partidos de tradición democrática, bajo la mirada atenta de los militares, “padres de la constitución”, también, en algunos artículos fundamentales. Fingir que todo esto no existe es esconder la cabeza bajo el ala».
Por cuarta vez en su pieza periodística escribe el término Constitución con la c en minúscula, lo cual podría ser intencionado: siendo el autor licenciado en Filología Catalana por la Universidad de Barcelona, y habiendo desempeñado el puesto de Técnico superior de planificación lingüística de la Generalidad entre 1981 y 1988, sin duda conocerá los preceptos ortográficos del catalán, lengua original del artículo, que señalan su incorrección. La psicología infantil ha estudiado cómo en sus dibujos los niños tienden a representar mediante figuras más pequeñas (y alejadas del centro del papel) a las personas que detestan. Curiosamente, no resulta infrecuente encontrar en foros de Internet a separatistas que, en su afán despreciativo, incluso llegan a poner, literalmente, «espanya».
«Desde el punto de vista legal, pues, estamos en un callejón sin salida, porque, además, el tribunal constitucional ha frenado, frena y frenará cualquier aspiración colectiva que, a su juicio, no encaje en el marco constitucional. Un tribunal, recordémoslo, profundamente político y con miembros designados por los mismos partidos que usan la constitución como amenaza y como freno. Hay momentos en que la democracia y la legalidad no van por el mismo camino. Hay momentos en que legalidad y justicia tienen muy poco que ver».
¿Y quién decide qué leyes son justas y cuáles, injustas? ¿Cada uno escoge las que más le gusten y las que no, simplemente, se las salta? Las normas pueden cambiarse, pero nunca transgredirse. Independientemente de la palabrería con que adorne sus intenciones, desde el momento en que alguien se cree legitimado para violentar el orden constitucional estamos ante un vulgar golpista.
«Hay que ser conscientes, pues, de que se acerca el momento en que el pueblo catalán tendrá que actuar de acuerdo con sus intereses y aspiraciones, diga lo que diga la legalidad española. Y que el camino que decidimos recorrer sólo podrá ser hecho contra la legalidad actual, una legalidad que sustituiremos por una propia, catalana y democrática. La legitimidad de esta nueva legalidad catalana se levantará frente a la legalidad española hija de la transición. Cuando es todo un pueblo el que va contra la legalidad es que ya ha llegado el momento en que, precisamente, se puede decir en voz alta que es la legalidad la que va contra todo un pueblo».
Recurre impúdicamente Carod-Rovira a suplantar la voz de Cataluña, ocultando a los lectores la polarización, la profunda división de opiniones existente en la sociedad sobre este asunto de la secesión.

La bajísima factura intelectual de sus razonamientos esgrimidos de ningún modo justificaría que se le tildase de golpista barato, por cuanto la maquinaria propagandística y de agitación de la que forma parte el medio que publica su torticero artículo nos cuesta a todos los contribuyentes un dineral: Nació Digital, un Egin en versión catalanista que incluso aventaja en la cantidad y en el tono de las aberraciones al extinto periódico batasuno, recibió durante el segundo semestre de 2014 del departamento de la Presidencia de la Generalidad 132.325,71 euros (22.017.146 pesetas) en subvenciones (Resolución PRE/725/2015, de 13 d'abril; DOGC núm. 6858, 24/04/2015).

Una cifra en la que, obviamente, no están incluidas las cantidades cobradas además por la inserción de publicidad institucional del Gobierno autonómico.

5 de agosto de 2015

2

Anda la secta muy silenciosa últimamente. Apenas se les oye. El año pasado por estas fechas ya estaban anunciando a bombo y platillo el show con que tenían pensado amenizarnos en la Diada del 11 de septiembre: un gigantesco mosaico humano a lo norcoreano en forma de v, con adultos y niños —¡muchos niños, muuuchos!— obedientemente uniformados, con camisetita amarilla unos; de color rojo la otra mitad.

Este año en cambio ni siquiera me he enterado de qué preparan. Alguna mamarrachada de las suyas, eso seguro, profusa en grititos histéricos, chutes de victimismo y semblantes con mirada perdida. Pero el caso es que su ímpetuosa omnipresencia de antaño en los medios parece haberse esfumado. No se les ve organizar hitlerianas marchas nocturnas con antorchas, ni conciertos “por la libertad” en el estadio del Barça. Los referéndums con urnas de cartón son cosa del pasado. Y en las carreteras uno ya sólo se cruza con vehículos y no con cadenas humanas. Todo lo cual abona en bastantes optimistas la convicción de que cayeron abatidos por la derrota. ¡Nada más lejos de la realidad!


Además de para adoctrinar políticamente al pasaje,
el reparto gratuito de periódicos en los transportes
públicos sirve a la Generalidad para subvencionar
encubiertamente a la prensa afín
Los admiradores de los golpistas Lluís Companys y Francesc Macià están, simplemente, agazapados, al acecho. En paciente espera de su oportunidad... tras las elecciones. Pero de las generales más que de esas autonómicas convocadas anteayer para el próximo 27-S, porque es cuando planean extorsionar a placer al previsiblemente débil Gobierno de la nación emergido de las urnas.

Lo que se ha dado en mal llamar «proceso soberanista [sic]» no es sino un acelerón imprimido por Artur Mas a la operación separatista puesta en marcha 35 años atrás por Jordi Pujol («hoy paciencia, mañana independencia», coreaban sus colaboradores directos y sus acólitos, mientras en Madrid el Molt Honorable cleptócrata fingía contribuir a la estabilidad del Estado con su interesadísimo apoyo parlamentario y era elegido «El español del año»).

E intuyo que el chulesco desafío de Mas, o pisotón de gas a fondo, viene siendo apoyado desde el principio por dos clases de nacionalistas: los líderes iluminados y el populacho persuadido por la propaganda, de una parte; y un segundo grupo, más realista, integrado por políticos catalanistas de diversas tendencias y por determinada élite empresarial, que pese a haber atisbado la improbabilidad de una secesión inmediata, con la agitación provocada buscan arrancarle al Gobierno todavía más privilegios a través de un estatus especial para esta Autonomía (el blindaje de competencias en materia lingüística y educativa, el reconocimiento oficial de Cataluña como “nación”, unas estructuras judiciales desconectadas de las del resto de España ―para garantizarse la impunidad de sus corruptelas perpetradas y por cometer― y derecho de veto en ciertas decisiones del Ejecutivo son algunas de las reivindicaciones que ya intentaron colar en la elaboración del último Estatuto).

Así como un pacto fiscal o concierto económico, por supuesto; con una agencia tributaria propia. ¿Para conseguir definitivamente el famoso “encaje de Cataluña en España” con el que tanto nos han machacado? No, al revés: para poder sufragar los enormes costes que conlleva una secesión.

Porque para crear una nación de la nada y ponerla en el mundo (esto es: obtener la aceptación de la ONU y de las potencias de mayor peso, incluirla en los principales foros y tratados internacionales habiéndola dotado antes de sus preceptivas estructuras de Estado para cubrir las apariencias, establecer acuerdos comerciales con otros países, emitir deuda pública con posibilidades de éxito, etc.) hay que comprar muchas, pero que muchas voluntades. Y a muy caro precio.

Ni existe ese espejismo de una versión moderada del nacionalismo, ni resulta posible contentar a este con nada. Quienes proponen soluciones a base de fórmulas federales y asimetrías se engañan o nos engañan. Porque es un movimiento político con dos objetivos irrenunciables: desgajar Cataluña de España y anexionarse después otros territorios (fantasmagoría imperialista de los «Países Catalanes»). Y no parará hasta alcanzarlos, sin reparar en tiempo ni en gastos.

Mientras tanto seguirá creciendo en número de adeptos, fanatizando a las masas, inoculando odio cainita, acaparando cuotas de poder político y social, y colonizando culturalmente las regiones de las que pretende apropiarse. Continuará sobornando a medios de comunicación mediante subvenciones. Y las escuelas catalanas nunca dejarán de proveer generaciones de fieles con la mente convenientemente programada, merced a la competencia de Enseñanza que hace décadas fue transferida a la Generalidad.

9 de julio de 2015

Fábrica de monstruos

Estoy leyendo Auschwitz: los nazis y la “solución final”, del periodista e historiador Laurence Rees. El libro pertenece a una serie del mismo autor dedicada a los principales genocidios perpetrados en la Segunda Guerra Mundial y al cual se suma El holocausto asiático, sobre los crímenes del ejército imperial japonés (que también me he comprado y cuya portada trae una espeluznante instantánea), y otro más donde describe con desasosegadora crudeza los asesinatos en masa estalinistas.


Los textos y audiovisuales de Rees son
utilizados como material didáctico
en las escuelas británicas
Los tres volúmenes son la versión impresa, en papel, de varios documentales realizados por Rees para la prestigiosa cadena de televisión BBC.

En su ardua labor de investigación, el autor se entrevistó con testigos y con víctimas supervivientes. Pero también con sus verdugos. Y dentro del prólogo de Auschwitz, el escritor destaca un dato que le llamó poderosamente la atención durante sus conversaciones con estos: todos trataron de justificar sus atrocidades presentándolas como fruto de la ineludible obediencia que debían a las órdenes de sus superiores... excepto los criminales del Tercer Reich, quienes no mostraron arrepentimiento alguno y estaban convencidos de haber actuado bien.

¿Por qué esa abismal diferencia? El régimen de Hitler les había inculcado con asombrosa eficacia una visión perversa y deshumanizada de los judíos. Millones de alemanes fueron adoctrinados en la creencia de que, lejos de resultar abominable, la erradicación del pueblo semita era necesaria para salvar a la nación. Que constituía un encomiable acto higiénico. En nada diferente de una desratización o del limpio proceder de un ama de casa empleada a fondo en exterminar una plaga de cucarachas recién detectada en su cocina, y a quien solo cabría felicitar por ello.

Dos fueron las técnicas empleadas para lograr tan aberrante programación mental: el bombardeo ideológico de la población mediante una potentísima maquinaria propagandística con abundante recurso audiovisual, por un lado, y el control de la educación por el otro.

En especial el control de la educación, de los valores morales que se les impartían a la infancia y a la juventud, y que en cualquier sociedad lo representan todo. A fin de cuentas, la única cosa que distingue a, pongamos por caso, un antropófago nacido en una tribu de Nueva Guinea de nosotros consiste en que desde pequeñitos nos han enseñado que eso de devorar al prójimo no es del todo correcto.

18 de junio de 2015

In extremis

Dolça Catalunya es un blog de autoría colectiva realizado, según ellos mismos han explicado, con las aportaciones de «casi un centenar» de creadores, que está haciendo muchísimo para desmontar la tupida red de falacias y estafas intelectuales del nacionalismo. Y es además uno de esos sitios de Internet donde tan enriquecedores resultan sus articulos o entradas, como los comentarios de buena parte de sus lectores. Tal es el caso de la reflexión que el firmante con el seudónimo ultronilimitado depositó el pasado 27 de mayo, a las 00:55, debajo de una información sobre tensiones internas en CiU tras el descalabro encajado por la formación en las recientes elecciones municipales:
«En mi opinión el independentismo solo es la forma que toma en Cataluña algo que está muy arraigado en toda España. […] En el fondo es una manifestación de las famosas dos Españas. Creo que existen dos formas totalmente antagónicas e irreconciliables de entender este país y mientras eso exista existirá [sic] el nacionalismo y el independentismo. Yo me he encontrado con gente que dice que le da vergüenza ser español hasta en Murcia. Gente que no puede ser nacionalista (y menos aún independentista) de sus respectivas regiones por cuestiones prácticas pero que tienen una mentalidad totalmente regionalista y de indiferencia, cuando no desprecio, a su propio país, […] En Cataluña como tenéis la lengua y otras cuestiones que permiten forjar una cierta diferencia con respecto a otras partes de España eso se manifiesta como nacionalismo/independentismo, y quizá ese desapego por España es más pronunciado».
Interesante. Confieso que nunca había contemplado el asunto bajo este prisma. Precisamente hacía pocos días acababa yo de escuchar en un famoso programa de radio la queja de una oyente, a quien la decisión de lucir una pulsera con los colores de la bandera española le había acarreado numerosos reproches de gente de su entorno, que la tachaban de facha. Y no se comunicaba precisamente desde Arenys de Munt, ni desde una aldea de cejijuntos en la Cataluña profunda. Tampoco desde Vascongadas. La increpada muchacha residía en la Villa y Corte de Madrid.

Esta imagen captada en Vilasar de Mar bien podría
ilustrar el enfrentamiento que se vive en el seno
de muchas familias, y no sólo en la sociedad
Un panorama que irremediablemente trae a la memoria los versos del poeta Joaquín María Bartrina (1850-1880), nacido en la tarraconense localidad de Reus, en una época distante pero al parecer, no muy distinta:
«Oyendo hablar un hombre, fácil es
Saber dónde vio la luz del sol.
Si alaba Inglaterra, será inglés;
Si os habla mal de Prusia, es un francés
Y si habla mal de España... es español».
No conozco ningún país del mundo en el que exista tanto desapego a la patria ―u odio visceral y psicopático, en según quienes― como aquí, donde se criminaliza el sentimiento patriótico y la exhibición de nuestro pabellón sólo es “tolerada” en edificios oficiales o con motivo de alguna victoria deportiva. Y a condición de que esta se celebre con brevedad. (¡Claro!, que tampoco tengo noticias de ningún lugar que haya erradicado de una parte de su territorio nacional la enseñanza en el idioma oficial; pero eso es harina de otro costal. Aunque ambos males parten de la misma raíz y están íntimamente relacionados).

Los reportajes, las películas y las series de televisión nos muestran una muy diferente realidad de los Estados Unidos de América, por ejemplo. Allí, su bandera colocada en un mástil ondea en el jardín de incontables domicilios particulares o en su fachada principal. Y muchos estadounidenses han optado por colocarse las archiconocidas barras y estrellas en forma de adhesivo en la carrocería de su automóvil, el casco de obra o la carcasa del ordenador portátil que cargan de un lado para otro en su devenir diario. Sin complejos, con naturalidad. Por lo que sabemos, no reniegan de su país ni podrán contemplarlo nunca como un difuso y abstracto concepto a combatir, al revés. Además de ser el lugar de su infancia y de sus primeros recuerdos, representa para ellos su sistema de valores, su estilo de vida y el orden constitucional que se han otorgado como única fórmula comprobada de convivencia y garantía de sus derechos y libertades. Justo lo contrario que nosotros.

Y es que no andaba desasistido de razón quien una vez sentenció que estamos suicidándonos como nación.

5 de mayo de 2015

Paul-Hervé

Cuenta Paul-Hervé Paquet sobre sí mismo que es «hijo de una maestra de primaria pública y de un campesino alpino convertido por necesidad en obrero». Y que cuando en 1988 llegó desde su Francia natal para instalarse en la soleada Alicante, trajo junto con su equipaje la afición por la lectura. Afición que le llevaría a comprar habitualmente uno de los tres únicos ejemplares (los otros dos los devolvían) del semanario Courrier International que llegaban a un céntrico kiosco de la ciudad: una selección de los mejores artículos publicados en el mundo entero, traducidos al francés.

Mas no fue ahí donde se topó con unos párrafos que le resultaron familiares, sino en una columna del Magazine del 11 de marzo de 2001, el dominical del diario catalán La Vanguardia. Se titulaba «Como Dios manda», y venía firmada por el famoso escritor e intelectual Quim Monzó. Tal fuerza adquirieron en el galo sus dudas, que le empujaron a buscar un número anterior del Courrier: el 536 en concreto, correspondiente a la semana del 8 al 14 de febrero de ese mismo año. O sea, de hacía apenas un mes. Y fue en la página 20 donde realizó una comparación con «Au pays des mormons, un vidéoclub qui expurge les films», la transcripción de un texto originalmente presentado en The New York Times por Michael Janofsky sobre un videoclub de Utah cuyos moralistas propietarios censuraban las cintas en alquiler, detectando abrumadoras similitudes:
Courrier International, nº 536, 8-14/02/2001
Magazine de La Vanguardia, 11/03/2001




«Dans la version “propre” de Titanic, Leonardo Di Caprio et Kate Winslet n'apparaissent Jamais dévêtus; dans La Liste de Schindier, Liam Neeson, qui incarne Schindler, n'a pas de relations extraconjugales; dans Il faut sauver le soldat Ryan, les combattants meurent aussi, mais ils saignent moins».

►►

«En la versión de “Titanic” que alquilan, Leonardo Di Caprio y Kate Winslet no salen desnudos ni un solo instante. En “La lista de Schindler”, el señor Schindler no tiene ningún lío extraconyugal. En “Salvar al soldado Ryan” los hombres mueren, pero se ve mucha menos sangre».


«70% des habitants de l'Utah sont mormons, ce qui explique l'énorme influence de cette Eglise sur tous les aspects de la vie».

►►

«El 70 por ciento de los habitantes del estado son mormones y la influencia de esa iglesia sobre la vida cotidiana es enorme».

En la siguiente pieza periodística que nuestro sagaz investigador localizó creyó encontrar todavía más coincidencias. Venía también en el Magazine, de fecha 29 de abril en esta ocasión. Y nuevamente firmada por Monzó: «Números de teléfono». A Paul-Hervé Paquet se le antojó prácticamente calcada de un artículo, primero impreso en el Diario della Settimana, de Roma, y luego reproducido en la edición 541 de Courrier International con el título «8, ça va. 4... bonjour les dégats!» (algo así como: ‘8, vale. 4... ¡mucho cuidado!’). Y que parecía haberse anticipado un mes y medio en detallar curiosidades sobre la poderosa influencia de las supersticiones en la vida de los chinos:
Courrier International, nº 541, 15-21/03/2001
Magazine de La Vanguardia, 29/04/2001




«A chaque chiffre, en effet, est associée une “vertu”, un élément particulier qui en fait un numéro faste ou á fuir comme la peste. Des mathématiques peuvent dépendre le choix d'une adresse, l'achat d'une voiture (en fonction de sa plaque)».

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«Toda cifra está asociada a una categoría (positiva o negativa), de forma que no hay ninguna que no signifique algo. Hasta tal punto que muchos ciudadanos renuncian a aceptar tal casa o tal matrícula para su coche porque el número no les acaba de gustar del todo».


«Le plus demandé est le 8, qui représente la prospérité. Avoir quatre ou cinq 8 á a fin de son numéro de téléphone est un vrai status symbol».

►►

«El 8 es el más solicitado, porque representa la prosperidad. Tener un número de teléfono con cuatro o cinco ochos impresiona».


«Le 9, qui suggère la longévité et le 6 (homonyme de la joie, ou de ce qui perdure, selon les dialectes) sont eux aussi assez populaires, mais, pour bien faire, il faut que ces deux chiffres soient couplés».

►►

«El 9 insinúa longevidad. El 6, en según qué dialectos, indica alegría, “lo que perdura”... Para que alegría y longevidad se potencie mutuamente, el 6 y el 9 deben ir juntos».


«D'aucuns vont jusqu'à considérer certaines combinaisons comme propices. La séquence 518, en mandarin, évoque la phrase: “Je veux devenir riche”; 289, en cantonais, rappelle le vœux: “longue prospérité”».

►►

«Hay secuencias especialmente afortunadas. La 518, que en mandarín evoca la frase: "Quiero hacerme rico". La 289, que en cantonés recuerda: “¡Larga prosperidad!”».


«Le chiffre 4, en revanche, est á éviter á tout prix. C'est que 4, en mandarin, se prononce “si”, un son évoquant furieusement le mot “mort”».

►►

«La cifra que hay que evitar como sea es el 4, porque en mandarín, su sonido recuerda al de la palabra “muerte”».
Y un episodio más: otro artículo de ese mismo número 541 del Courrier (con la diferencia de que si aquel estaba en la página 698, este ocupaba la 71), transcrito con el título «Se détacher de ses biens á coups de marteau», y procedente de The New York Times Magazine, en contraposición con lo que Paul-Hervé Paquet terminó definiendo como «una traducción casi literal del mismo texto»: «El arte», impreso unos 45 días después:
Courrier International, nº 541, 15-21/03/2001
Magazine de La Vanguardia, 06/05/2001




«J'ai fait un inventaire de tous mes biens matériels, livres, disques, vieilles lettres d'amour et même ma Saab 900. la canadienne que m'avait donnée mon père».

►►

«A tal efecto, empezó por levantar acta de todos sus bienes materiales: camisas, libros, objetos de cocina, televisores, cepillos de dientes, cuadros, relojes, una cazadora que le regaló su padre».


«S'il s'agit d'un livre. nous arrachons la reliure et déchiquetons les pages; les chaînes hi-fi. nous les démontons. Pour les chemises, nous enlevons d'abord les boutons et ensuite les manches. Quant aux disques, ils sont détruits avec un marteau».

►►

«“Si se trata de un libro le arrancamos la encuadernación y despedazamos las páginas. Las cadenas de alta fidelidad las desmontamos pieza a pieza. En el caso de las camisas, quitamos primero los botones y luego las mangas. Los discos, directamente con un martillo».


«Les oeuvres d'art n'échappent pas ci ce traitement, les miennes et celles de mes amis. J'ai en ma possession un tableau de Gary Hume, une oeuvre de Tracey Emin et des travaux de Simon Patterson et lan Davenport. Avant de m'en prendre á leurs créations, je les ai appelés pour m'assurer qu'ils ne m'en voudraient pas. Lis m'ont donné leur feu vert: ils comprennent mon projet».

►►

«Las obras de arte no escapan a ese tratamiento, tanto las mías como las de mis amigos”. Amigos que llevan por nombre Gary Hume, Tracey Emin o lan Davenport, y cuyos cuadros o esculturas debían de valer una pasta gansa. Para no ofenderlos innecesariamente, antes de destruir sus obras, Landy los ha telefoneado para explicarles el concepto artístico del asunto, explicaciones a las que los artistas reseñados han respondido con gran comprensión, entusiasmados por el proyecto».


«Nous sommes tous confrontés á des choix de consommateurs, alors i'ai choisi de détruire tous
mes biens. Oxford Street, une grande rué commerçante qui n'a rien á voir avec une galerie d'art».

►►

«Todos nos enfrentamos a situaciones en las que, como consumidores, debemos elegir. Entonces yo he escogido destruir todos mis bienes”. Oxford Street es una calle comercial de primera».


«Les gens viennent avec des sacs remplis d'achats et parfois tombent sur des choses semblables á celles qu'ils viennent d'acheter. Je pensais que les gens réagiraient violemment mais, en fait, les gens sont très touchés et font preuve d'une grande sensibilité et de beaucoup de générosité».

►►

«La gente que salía de las tiendas cercanas cargada con bolsas llenas de objetos iguales a los que él y sus doce apóstoles destruían pacientemente. temía que la gente reaccionara incluso con violencia. “han dado pruebas de una gran sensibilidad y de mucha generosidad”».
Aquello ya era demasiado. Ese mismo mes de mayo de 2001, Paul-Hervé Paquet decidió hacer públicas sus acusaciones en El Raspeig, un pequeño periódico local de San Vicente de Raspeig, en la provincia de Alicante.

De las 48 líneas de texto que componen «8, ça va.
4... bonjour les dégats!», 43 son semejantes a lo
publicado semanas después por Quim Monzó con
otro título: el 90% del artículo original
Consideraba los hechos de especial gravedad, pues a la apropiación intelectual supuestamente cometida por el multigalardonado (Premio Ciudad de Barcelona de narrativa, Premio Nacional de Literatura de la Generalidad de Cataluña, Premio Prudenci Bertrana de novela, Premio Lletra d'Or, Premio de los Escritores Catalanes y Premio Maria Àngels Anglada, entre otros) y célebre literato barcelonés ―quien, en su opinión, no mencionaba a «los legítimos autores de los escritos», ni entrecomillaba tampoco sus frases «para indicar que se está citando a otro autor»―, cabía sumar el nada despreciable aspecto dinerario, crematístico, económico, pecuniario. Retributivo:
«De citar a plagiar hay un camino que no se debe recorrer, pero Quim Monzó no se deja intimidar por tales pequeñeces y cuando encuentra en la prensa un artículo que le gustaría haber escrito, lo copia y lo firma, así de fácil. ¡Ah, y cobra, claro! Pero por un trabajo que ha hecho otro, y es esto, a lo mejor, lo que hace que la cosa huela mal».
Y conjeturó:
«Este señor creía el mundo muy grande y muy remota la posibilidad de que, a uno de sus lectores, se le ocurra leer también la prensa internacional, descubriéndose así el pastel».
Por considerarles los máximos perjudicados, relata el avispado francés cómo notificó sus hallazgos al entonces director del dominical, José Antich, y al mismísimo Javier de Godó, Conde de Godó y presidente del grupo editor de La Vanguardia. Lo cual quizá tan solo sirviese para que alertaran al susodicho (ya que desde ese momento dejó de producirse... el “fenómeno”), pero de ninguno de ellos obtuvo jamás respuesta.

Aunque mayor extrañeza le causó el desinterés mostrado por la inmensa mayoría de empresas de la competencia, a pesar de que inundó con pruebas numerosas redacciones de prensa, emisoras de radio y cadenas de televisión. ¡Peor aun!: constató que estaba siendo censurado; en especial, por los medios estrechamente vinculados con la Generalidad de Cataluña. En una entrevista que el 23 de noviembre de 2001 concedió a Martín Sanz para la edición alicantina de El Mundo, Paul-Hervé Paquet declararía con rotundidad:
«Intenté contactar con otros medios de comunicación. pero nadie me hacía caso. Me han dicho que a este señor se le considera un semidiós, que es la vaca sagrada de Cataluña por su amistad con Jordi Pujol y que se beneficia de altas protecciones que lo hacen intocable».
Dispuesto a no amilanarse ni dejarse vencer («estoy cumpliendo con mi deber de ciudadano, nada más, no quiero fama y si me llevan a juicio y gano, donaré el dinero a la Sociedad General de Autores de España», aseguró en aquella conversación con el antedicho reportero), Paquet pronto comprendió que únicamente podía confiar en sus propios recursos para denunciar. Y puesto que entre los instrumentos que utilizaba figuraban los foros en la Red, varios habilidosos internautas se ofrecieron gentilmente a crearle un sitio web donde exponer sus pesquisas. Ellos lo diseñaron, lo pusieron en marcha y lo registraron precisamente con el dominio: Plagiosdequimmonzo.com. Y ha permanecido activo más de una década, desde el 20 de enero de 2002 hasta el último trimestre de 2013. Hoy, sólo es posible visitarlo acudiendo al siempre útil Archivo de Internet WayBack Machine.

Además de toda la información reunida hasta ahora en esta crónica del blog, allí reposa también el denominado «Posible Plagio #1». Y que, firmada el 13 de mayo ¡cómo no! por Quim Monzó bajo el título «Animalitos de Dios», consiste en otra muestra rebosante de paralelismos ―casuales o intencionados― con el artículo «Bébète show à Hollywood», que Lee Gomes escribió para The Wall Street Journal y Courrier International tenía editado en la página 71 de su número 544 desde cinco semanas antes:
Courrier International, nº 544, 5-11/04/2001
Magazine de La Vanguardia, 13/05/2001




«Car l'American Humane Association veille. Cette dernière est le groupe de surveillance dont dépend l'attestation familière que l'on retrouve á la fin de nombreux films: “Aucun animal n'a souffert lors du tournage de ce film”».

►►

«La web de la Asociación Humanitaria Americana, que desde entonces se ha dedicado a defender los derechos de los animales que aparecen en las películas y en las series de televisión. Es decir, esa frase misteriosa que aparece al final de muchas películas “Ningún animal ha sido lastimado durante el rodaje”».


«L'un de ses 25 inspecteurs sur le plateau pour vérifier qu'aucun animal ne sera effectivement blessé devant les caméras».

►►

«Son veintipico inspectores que comprueban que ningún animal sufra ante las cámaras».


«“Aucun animal” ne concerne pas que les chevaux, les chiens et les chats, mais aussi les crabes, les cafards et les mouches. Et même les asticots».

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«“Ningún animal” quiere decir exactamente eso: ninguno. Ni caballos, ni perros ni pájaros ni gatos ni peces Ni siquiera insectos».


«Dans L.A. Confidential, un officier de police découvre un cadavre en putréfaction sousune maison, couvert d'asticots. De véritables asticots ayant été engagés pour jouer leur propre rôle pendant le tournage, un observateur de l'association était sur place pour veiller á ce qu'ils ne soient pas maltraités».

►►

«Cuando rodaron aquella secuencia de “L.A. Confidential” en la que un policía descubre un cadáver putrefacto recubierto de gusanos blancos, había ahí un inspector que verificaba que ni uno solo de aquellos gusanos blancos padeciese el mínimo maltrato».


«Quand les dresseurs tombent sur une fourmi ou un cloporte mort de causes naturelles, ils le conservent dans leur congélateur, au cas où une production aurait ultérieurement besoin d'insectes défunts. Car il est bien sur hors de question de tuer une bestiole juste pour untournage».

►►

«Los encargados del atrezzo van por el mundo recogiendo toda mosca, hormiga o cucaracha muerta que encuentran. Las guardan en un congelador, convenientemente referenciadas. De forma que cuando para alguna secuencia se necesite una no haga falta más que descongelarla y así no matar a ninguna delante de las cámaras».
Al final, el tesón de Paul-Hervé Paquet rindió frutos y algunos medios de comunicación (aunque ninguno de estos, con sede en Cataluña) terminaron por hacerse eco de su particular cruzada: El Mundo (22-02-2002), Libertad Digital (25-02-2002), ABC (27-02-2002) y El País (27-02-2002); así como la revista de divulgación científica Muy Interesante (01-05-2002), la cual hizo mención dentro de un exhaustivo reportaje protagonizado por dos escritoras de plena actualidad en aquella época debido a las sospechas de plagio que pesaban sobre sus novelas: Ana Rosa Quintana y Lucía Etxebarria.

En Literaturas.com, Paul-Hervé confesó lo siguiente acerca de sus ignoradas comunicaciones a los responsables del rotativo en cuestión:
«A lo mejor, si se ponen en contacto conmigo, ellos o el mismo autor que tampoco pude contactar, la cosa quedaba un poco más discreta; pero al ver que no me contestaba ninguno, decidí ir a por todas y aquí está el resultado (de momento porque no pienso parar hasta conseguir, por lo menos, una entrevista con uno de ellos para que me den explicaciones)».
Al tiempo que dejó suspendida en el aire una incógnita:
«Se puede ir más allá y, ahora que la duda está permitida, pregunto yo: ―¿De los ochenta y seis cuentos firmados por Quim Monzó, cuántos son de la pluma de Quim Monzó?».