13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

12 de junio de 2017

Cómo timar a las masas

Anda la secta ilusionada con la repetición del referéndum de secesión del 9 de noviembre de 2014 que el presidente no electo Carles Puigdemont acaba de convocar para el próximo 1 de octubre. A ver si con un poco de suerte, esta vez Mariano Rajoy se aviene a «dialogar» (que es como los de la estelada llaman a que el Estado claudique, mientras ellos no retroceden ni un milímetro en sus pretensiones), o por fin realiza un acto de fuerza que les permita victimizarse y lloriquear por los foros internacionales. Puestos a elegir, lo que de verdad les gustaría es la entrada de tanques en Barcelona —y además por la avenida Diagonal; ni por la Meridiana ni por la Ronda del Litoral, nadie sabe bien por qué—, una posibilidad que llevan años acariciando en entrevistas, artículos e Internet, pues de manera recurrente mencionan.

Puigdemont todavía no ha especificado si, como en
el 9-N, podrán votar los menores de edad de 16 y
17 años, y los inmigrantes sin papeles, a quienes
se les ha prometido la ciudadanía catalana
En caso de celebrarse, todo indica que esta otra trashumancia hacia urnas ilegales resultará en lo mismo: un aquelarre sólo de fanáticos, sin ninguna validez política, legal ni moral por su carácter prohíbido y la baja participación prevista. Y que a los contribuyentes volverá a costarnos un dineral, detraído de partidas presupuestarias esenciales, como las destinadas a sanidad, educación y bienestar social (en la consulta se tiraron 13 millones de euros, unos 2.200 millones de pesetas). Pero que durante una temporada mantendrá al rebaño distraído de los derroches y latrocinios perpetrados por los habitantes de la Generalidad. Porque vista la severidad de la Justicia española en estos asuntos, siguen estos sin atreverse a proclamar la República catalana desde un balcón, no sea que les caiga una inhabilitación de cinco o seis horas para el ejercicio de cargo público, ¡o hasta de un día entero! Algo dramático para quienes su proverbial ineptitud les imposibilitaría sobrevivir en el sector privado.

Mas en este viaje al pasado que ha durado casi tres años, el movimiento separatista ha encontrado dos inestimables apoyos: los de un tonto útil y un tío sin vergüenza. El uno atiende por Pedro Sánchez, y tan pronto se coloca de fondo una gigantesca bandera española de incontables metros en uno de sus mítines para perecer más patriota que ninguno, como pregona ahora la “plurinacionalidad” de España y ansía reconocer a Cataluña como nación mediante una reforma constitucional.

Del otro, Pablo Iglesias, se publica que le han financiado dos avanzadísimas democracias: Venezuela e Irán. Y aunque vende como mercancía nueva el rancio comunismo que lleva cien años fracasando en todo el mundo, incomprensiblemente cinco millones de votantes se la compraron en las últimas elecciones. Iglesias y su partido han hecho causa común con los nacionalistas para derrocar este régimen y sustituirlo por otro cuya legalidad ya no constriña los objetivos liberticidas de su proyecto bolivariano («Que existan medios privados ataca la libertad de expresión, hay que decirlo abiertamente», avanzó el 21 de noviembre de 2013, en la televisión de Galiza Ano Cero). Razón de sus continuos ataques contra la unidad de España, la monarquía, el Ejército, la Carta Magna y nuestra tradición cristiana; contra cuantos pilares conforman el sistema.

Independientemente de lo que suceda en la fecha decidida por los golpistas para renovar su provocación, esta pesadilla jamás terminará mientras sigan disfrutando de poder político e ingentes cantidades de dinero con que perpetuar sus mecanismos de control social y adoctrinamiento.